
El dilema de Tulum: lograr un equilibrio entre el turismo eco-chic y la preservación local
TULÚM, México – Si Tulum fuera una persona, sin duda sería un influencer de Instagram con una habilidad especial para mostrar sin esfuerzo su encanto eco-chic. Ubicado a lo largo de la Península de Yucatán en México, este paraíso costero ha alcanzado fama internacional, cautivando corazones llenos de pasión por los viajes con sus playas vírgenes y un toque de encanto bohemio. Su historia, sin embargo, se desarrolla como una historia de dos mundos: uno, un paraíso seductor adornado con yoguis vestidos de Lululemon y paisajes perfectos, y el otro, un ecosistema en lucha que lucha contra una turismo auge que amenaza con romper el delicado equilibrio entre desarrollo y preservación.
El ascenso de Tulum al reconocimiento mundial se atribuye en gran medida a la influencia de las redes sociales, particularmente Instagram. La narración visual de la aplicación convirtió a Tulum en un símbolo de los viajes sostenibles, atrayendo multitudes de viajeros conscientes del medio ambiente que buscan tanto la relajación como la señalización de virtudes. Entre las palmeras que se balancean y las aguas cristalinas, acecha una verdad inquietante: una historia de belleza contaminada por las tensiones del turismo excesivo, la infraestructura mal equipada y la degradación de las maravillas naturales.

Tulum, que se originó como un humilde asentamiento maya, siguió siendo un remanso de paz hasta que el turismo masivo descendió sobre Yucatán, encabezado por la meca turística de Cancún, a solo 131 kilómetros al norte. Tulum, con sus selvas indómitas, playas de marfil y maravillas arquitectónicas que recuerdan a las exuberantes casas en los árboles, surgió de la oscuridad para encantar a los viajeros que buscan escapar de lo mundano.
Sin embargo, el incesante aumento de visitantes ha reformado la identidad de Tulum, y no siempre para mejor. La población ha aumentado en 65% desde 2010, y el ambiente hippie de la ciudad se está desvaneciendo más rápido que una puesta de sol en sus horizontes. Luchando por acomodar la afluencia, Tulum se encuentra lidiando con una infraestructura inadecuada, incluida la falta de electricidad y sistemas de alcantarillado. Muchos de sus preciados lugares, amados por los usuarios de Instagram, dependen de generadores de gas que contribuyen tanto con el ruido como con la contaminación de los mismos paisajes que adornan.
Incluso los icónicos de Tulum cenotes, que alguna vez fueron fuentes sagradas de agua dulce para la civilización maya, ahora sirven como poco más que fondos fotográficos para los entusiastas de las selfies. La contaminación amenaza estas maravillas naturales, pintando un panorama sombrío del paraíso perdido.

En esta desalentadora realidad, el progreso económico para la comunidad local sigue siendo difícil de alcanzar. A pesar de la proliferación de lujo hoteles y establecimientos de alto precio, los residentes de Tulum aún no han sido testigos de un crecimiento económico significativo. El salario mensual promedio se estanca en NZ$590, apenas por encima de las cifras de hace más de una década. Al parecer, el precio del paraíso lo pagan la tierra y su gente.
Sin embargo, un rayo de esperanza emerge en el horizonte. En 2018, Quintana Roo designó oficialmente a Tulum como el turismo sostenible zona de desarrollo, estipulando criterios estrictos para que los desarrolladores lleven la insignia de sostenibilidad. Si bien numerosos establecimientos blanden el término “sostenible”, pocos se aventuran más allá de la palabrería. Sin embargo, hay excepciones notables que encabezan la acusación.

La sencilla La Zebra Hotel, ubicado en la playa de Tulum, se erige como un modelo de prácticas sustentables. Este establecimiento, que forma parte de Colibri Boutique Hotels, de propiedad australiana y con un director ejecutivo neozelandés, es la encarnación del turismo consciente. Obligada a cerrar debido a la pandemia, la pausa encendió un enfoque renovado en la sostenibilidad. La educación, un eje de su enfoque, dota al personal de la justificación detrás de sus decisiones ecológicas.
El plástico, un contaminante omnipresente, está prácticamente extinguido en las instalaciones de La Zebra debido a los costos exorbitantes de la eliminación de desechos. El reciclaje sigue siendo un sueño lejano, dada la disponibilidad limitada de programas de reciclaje. El abono de la propiedad enriquece a la comunidad local, mientras que las colillas de cigarrillos desechadas encuentran un nuevo propósito a medida que las ollas y las tapas de botellas se metamorfosean en pelucas para niños que luchan contra el cáncer.

Métodos ingeniosos recuperan recursos. Las aguas residuales se filtran para el riego, mientras que la grasa de la cocina se reutiliza para fabricar velas aromáticas. Los posavasos surgen de la reencarnación de las cajas de licor. La conciencia social del hotel se extiende más allá de sus paredes, impactando al cercano pueblo de Chemax. Ofreciendo oportunidades a una comunidad marginada, La Zebra teje la sostenibilidad en el tejido de la vida diaria.
Sin embargo, estos faros siguen siendo una rareza entre el extenso paisaje de complejos turísticos de alto nivel que atienden a la élite de la jet-set. Nuestro Habitas Tulum personifica el “lujo tranquilo”, un santuario para los viajeros exigentes. Celebridades como Paris Hilton buscan refugio en sus tiendas de campaña de lona, ubicadas ingeniosamente entre palmeras y follaje de la jungla. La prohibición del plástico, el control meticuloso de la energía y iniciativas creativas como la iniciativa Plastic Hunters subrayan el compromiso del hotel con la ambiente. Las emisiones de carbono encuentran redención en los “bonos agroforestales”, que nutren árboles que absorben su deuda ecológica.

Elevando aún más el listón, las compañías turísticas cruzan la delicada línea entre turismo y administración. México Kan Excursiones, un nombre destacado, organiza excursiones íntimas para exploradores concienzudos. Un viaje al icónico Chichén Itzá, una joya entre las maravillas modernas, combina guías locales con principios de cero residuos, lo que garantiza prácticas de viaje responsables. Mientras tanto, un oculto cenote ofrece un pedacito de paraíso propiedad de una familia maya. El alcance de la empresa se extiende más allá del turismo y abarca la limpieza de playas, el apoyo comunitario y el fomento de iniciativas locales.
Sin embargo, a medida que estas medidas se arraigan, la transformación de Tulum sigue siendo una carrera contra el tiempo. La construcción incesante que marca sus paisajes subraya la urgencia del cambio. Las empresas locales se esfuerzan por garantizar que los hashtags sigan contando una historia de belleza sostenible durante generaciones.