Copal: desde templos mayas hasta hogares modernos, una tradición fragante sigue viva
TULUM, México – En medio de las alturas de Balsas en Guerrero, las regiones mixtecas de Puebla y Oaxaca, y la región del Infiernillo en Michoacán, familias enteras de “copaleros” migran a las montañas durante las temporadas de cosecha. Allí seleccionan cuidadosamente los árboles adecuados de los que recolectan la preciada resina de esta planta típica de las selvas bajas caducifolias, caracterizadas por sus duraderas sequías.
En México existen más de 100 especies diferentes de Burseras, la familia botánica a la que pertenece el copal. Estas especies prosperan principalmente en los estados de Guerrero, Michoacán y Oaxaca. Dependiendo de la especie y la región específicas, el copal recibe varios nombres, como “copal virgen”, “copal santo”, “tecomaca” y “almárciga”.
Las resinas aromáticas mexicanas que han enriquecido los rituales y los temazcales (tradicionales cabañas para sudar) desde la época prehispánica se conocen colectivamente como “copalli”. Este término náhuatl abarca las diversas especies de Bursera de las cuales se cosechan más de 20 tipos de copal en México. Los ejemplos incluyen el “copal chino” o “santo” (Bursera bipinnata) y el “copal ancho” (Bursera copallifera).
Numerosas fuentes históricas indican que antiguos códices mexicanos develan el uso frecuente del copal entre nuestros antepasados. Quemaban copal dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche, para ofrecer incienso a los dioses, limpiar templos, durante los funerales y en ceremonias para orar por cosechas abundantes. Prácticamente no se producía ninguna celebración significativa sin la presencia del copal.
El significado de quemar copal
En la actualidad, estos árboles son propiedad comunal que requiere preservación. Los copaleros tienen mucho cuidado de no sobreexplotarlas ni dañarlas con incisiones excesivas. Después de extraer la resina, permiten que los árboles descansen entre dos y tres años para evitar que se debiliten o mueran.
El uso de resina de copal fue ampliamente practicado en el México prehispánico. Esto se desprende de las impresionantes ofrendas de copal recuperadas del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, la antigua ciudad maya en Yucatán, y de la Laguna de la Luna en el Nevado de Toluca en el Estado de México. También se han encontrado esculturas realizadas con esta resina en el Templo Mayor de Tenochtitlán en la Ciudad de México.
Las cualidades de la resina de copal eran bien conocidas y ampliamente explotadas por las culturas prehispánicas con fines rituales, ceremoniales, festivos, terapéuticos, medicinales y adhesivos. Su importancia logró perdurar incluso durante la época de la Inquisición española. Sigue siendo utilizado hoy en día entre numerosas comunidades indígenas y mestizas. La vitalidad de su tradición se refleja en el hecho de que cada idioma que se habla en México tiene una palabra para referirse al copal de alguna forma: árbol, resina o humo. Por ejemplo, “copalli” en náhuatl y “poom” en lenguas mayas son dos de los términos más reconocidos debido a su amplio uso.
Los antiguos mexicanos consideraban al copal como una deidad protectora, y a menudo lo llamaban "Iztacteteo", que se traduce como "dios blanco", en referencia al humo blanco que emite cuando se quema. Las ofrendas aztecas y mayas contenían copal en forma de pequeñas tortillas, tamales o granos de maíz, lo que sugiere que el copal se consideraba sustento para los dioses.
Hemos heredado objetos ceremoniales y rituales de las culturas prehispánicas, que hoy constituyen parte de nuestro patrimonio arqueológico.
El uso del copal en la península de Yucatán
El copal es un exudado aromático que ha sido utilizado como incienso en diversos rituales por distintos grupos humanos en México. Se le conoce con diferentes nombres dependiendo de la región de su uso – “copalli” en náhuatl, “hom”, “homté”, “jom” en huasteca, “pum” en totonaco y “pom” en maya (Lucero, 2012). La evidencia etnobotánica e histórica confirma que la mayoría copalífero Las especies pertenecen a la familia Burseraceae (Case et al., 2003).
En México, las especies explotadas principalmente para copal provienen del género Bursera: B. bipinnata (DC.) Engl., B. copallifera (DC.) Bullock, B. vejar-vazquezii Miranda, B. excelsa (Kunth) Engl. . (Lucero, 2012). Ninguna de estas especies ha sido reportada como nativa de la Península de Yucatán (Carnevali et al., 2010). Sin embargo, existe la posibilidad de que Bursera simaruba (L.) Sarg. Tiene un uso ancestral como copal. De hecho, esta especie es originaria de la península. Bursera simaruba es un árbol que puede alcanzar hasta 15 metros de altura y se caracteriza por su corteza parecida al papel, que se desprende en escamas. Tiene una amplia distribución, apareciendo en varios tipos de vegetación siempre verde y caducifolia, así como en vegetación secundaria (Pennington y Sarukhán, 2005). En maya yucateco se llama “chakaj,” “chacah,” “chacah colorado”, “chakack,” “chakchakh”, “huk'up”, “sakchaká.” El término "chacah” implica significados de “el escamoso” o “el resinoso” (Cabrera y Sánchez, 2000). Se utiliza como remedio para quemaduras provocadas por el contacto con el “chechén negro” (Metopium brownei (Jacq.) Urb.), planta originaria de la Península de Yucatán (Cabrera y Sánchez, 2000).
Otro miembro de la misma familia Burseraceae en la península, del género Protium, es P. copal (Schltdl. & Cham) Engl. Esta especie es utilizada por su exudado aromático en ceremonias religiosas tanto en la Península de Yucatán como en Guatemala. Protium copal es un árbol que puede alcanzar hasta 20 metros de altura, con copa en forma de pirámide, ramas irregulares y ramas ascendentes. Se caracteriza por su resina incolora y lechosa, que aparece al entrar en contacto con el aire. Originaria de Mesoamérica, su distribución se extiende desde México hasta Panamá (Pennington y Sarukhán, 2005). En la Península de Yucatán se limita a las porciones sur y oriente (Carnevali et al., 2010). En lengua maya yucateca al Protium copal se le denomina “pom”, lo que alude a la acción de “algo que se va a quemar” (Cabrera y Sánchez, 2000). Se utiliza en ritos religiosos por su fragante aroma. Marianne Gabriel (2007) ha identificado que el copal se utiliza en las ceremonias agrícolas mayas para expresar gratitud, pedir lluvia, para la protección de ranchos o pueblos, o para la protección de la tierra. Como ocurre con muchas especies de la familia Burseraceae, también contiene compuestos volátiles como terpenos y terpenoides, que también se encuentran en la trementina (Fuentes, 2009).
Ahora bien, el uso actual del copal como ofrenda o antídoto (Gabriel, 2007) se ha relacionado con la supervivencia de ciertas prácticas rituales desde la época prehispánica (Lucero, 2012). Al respecto, Diego de Landa escribió sobre las prácticas de copal de los mayas:
“Levantaban el árbol del incienso para los demonios, y de él extraían la goma o resina cortando la corteza con una piedra, haciendo salir la goma o resina. Es un árbol fresco, alto, da buena sombra y hojas, pero su flor ennegrece la cera donde la toca” (Landa, 1566).
En los últimos años se ha realizado el análisis químico de artefactos de copal procedentes de depósitos rituales en el Templo Mayor de la Ciudad de México y el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, Yucatán (Lucero, 2012). Lucero (2012) desarrolló un protocolo analítico para caracterizar la composición molecular de fracciones triterpénicas en muestras arqueológicas de copal y en resinas modernas de especies de Bursera. Esto se hizo para determinar los posibles orígenes botánicos de las resinas arqueológicas. Lucero (2012) incluyó muestras de resinas modernas de Bursera simaruba debido a su posible uso prehispánico. Las muestras arqueológicas de resina de Yucatán fueron recolectadas durante las primeras exploraciones del Cenote Sagrado entre 1904 y 1911 por Sir Edward H. Thompson y se conservan en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México. Los hallazgos de Thompson abarcaron varios artefactos, incluyendo vasijas de cerámica con copal en su interior, preparadas de diferentes maneras (Figura 1D) (Coggins y Shane, 1989; Lucero, 2012). Sin embargo, los resultados de los análisis de Lucero (2012) descartan la noción de que las resinas arqueológicas del Cenote Sagrado de Chichén Itzá se originen en Bursera simaruba. Esto sugiere una fuente botánica diferente a la especie Bursera utilizada tradicionalmente en el centro de México.
Esto tiene implicaciones históricas ya que el uso extensivo de incienso en las ceremonias y rituales mayas contemporáneos apoya indirectamente la hipótesis del uso prehispánico de Protium copal.
Un espectro diverso de tesoros aromáticos
En el corazón de la rica biodiversidad de México, prospera un cautivador tapiz de árboles de copal, cada uno de los cuales teje su propia historia aromática. Desde las escarpadas tierras altas de Chihuahua hasta el abrazo tropical de Guerrero, estas maravillas resinosas han capturado la imaginación de culturas a lo largo de los siglos. En esta exploración, nos sumergimos en los reinos de las diversas especies de copal que adornan los paisajes de México, revelando sus historias únicas, su significado y los legados perfumados que conllevan. Únase a nosotros en un viaje fragante a través de las páginas del tiempo mientras descubrimos el cautivador mundo del copal mexicano.
Copal Blanco (Bursera bipinnata)
La amplia distribución geográfica que abarca desde las regiones del suroeste de Chihuahua y el oeste de Durango hasta Honduras y El Salvador contribuye a la multitud de nombres atribuidos a esta especie: copal amargo, amargoso, copal rojo chino, copal silvestre, cristal, negro, sagrado o de la virgen, copalillo, chichiacle, tetlate, torote blanco, chutama, incienso y jaboncillo.
Descrita en el Códice Florentino, esta especie encuentra sus raíces históricas y su uso como base para la creación de tintas utilizadas para escribir. Sus orígenes se remontan a las localidades de Cuixco, Tepecuacuilco y Youalla, actual Iguala en el estado de Guerrero.
La resina que se extrae de ella sirve como incienso y medicina. Reconocido como el copal más utilizado en México y Centroamérica, su popularidad se extiende más allá de sus regiones nativas. Cada año, antes de las celebraciones del Día de Muertos, el copal blanco puro, fragante y exquisito se vende como “copal de penca” en las ferias tradicionales de Xochitepec, Puebla, y Tepalcingo, Morelos. Luego se distribuye y comercializa en los mercados del país.
Elemí (Bursera citronella)
Por su delicada fragancia, esta especie también se conoce como xochicopal o lináloe, aunque son especies botánicas distintas. Endémica de México, su hábitat abarca las cuencas de los ríos Armería, Coahuayana y Coalcomán en Michoacán, Jalisco y Colima, así como una pequeña población que florece en la cuenca del río Papagayo en Guerrero. Las poblaciones de Papagayo prosperan en terrenos áridos y rocosos dentro de selvas bajas caracterizadas por climas cálidos subhúmedos.
Existen diferencias notables entre las poblaciones de B. citronella de las regiones occidentales y las de Papagayo. La resina de este último se denomina “almárciga” y se identifica como Bursera aff. citronella, reconociendo la posibilidad de que sea una especie distinta. La recolección de resina de almárciga sólo se ha registrado en las comunidades de Omitlán y El Tepehuaje, Guerrero.
Se cree que el término “almárciga” es una variante de “almáciga”, que es sinónimo de goma o resina. La resina cristalizada se recolecta quitando la punta de la rama que la produjo, generalmente después de haber sido perforada por un gorgojo. Este método garantiza que la vitalidad del árbol no se vea afectada.
Santo Copal (Bursera copallifera)
Esta especie representa un grupo caracterizado por una amplia distribución. El copal santo habita en los bosques secos al norte y sur del Eje Neovolcánico, paisajes ahora dominados por cultivos anuales y estacionales que han reemplazado estos ecosistemas.
Históricamente, la región Mixteca ha sido una de las principales productoras de copal santo. Su resina es notablemente densa y se encuentra entre las más apreciadas. También se le conoce como “copal de penca” o copal blanco. En Morelos, una decocción de su corteza se consume como agua medicinal para tratar lesiones internas, problemas bronquiales y como agente limpiador.
Copal (Bursera coyucensis)
Árbol endémico de la depresión occidental del río Balsas, ubicada en el límite entre los estados de Guerrero y Michoacán. Prospera en laderas de suelos poco profundos. A pesar de ser abundante localmente, su distribución geográfica es limitada. Como resultado, ha obtenido protección bajo la Norma Oficial Mexicana 059, que clasifica su estado de conservación como “Sujeto a Protección Especial” debido a su rareza y a la fragmentación y destrucción de las selvas bajas que habita.
Copal Pequeño (Bursera glabrifolia)
Sus nombres comunes –copal pequeño, copal, copal femenino o copal blanco– insinúan su uso como incienso, aunque su resina es pegajosa y rara vez cristaliza. Por el contrario, su madera es apta para tallar: cuando está verde, es maleable y fácil de trabajar; cuando está seco, es duro, muy liviano y se puede pulir hasta obtener un acabado fino. Como tal, se emplea en la elaboración de imaginativas esculturas de animales conocidas como “alebrijes”, con importantes centros artesanales en San Martín Tilcajete, Arrazola y La Unión Tejalapan en Oaxaca.
Si bien se pueden utilizar otras especies, los artesanos prefieren poco copal. La demanda de poca madera de copal comenzó a crecer a finales de los años 1960, alcanzando su punto máximo dos décadas después. Esta explotación disminuyó su abundancia en torno a los pueblos de mayor producción artesanal.
Linaloe (Bursera linanoe)
Su nombre náhuatl se traduce como “copal florecido”, aunque en sentido figurado, “xochitl” (flor) implica delicadeza. El nombre común muy utilizado en México, “lináloe”, deriva de las palabras latinas “lignum” (madera) y “aloe” (aceite).
El botánico mexicano Pablo de la Llave hizo la primera referencia taxonómica a esta especie en 1834, nombrándola Amyris linanoe, perteneciente a la familia de los cítricos. Estos nombres aluden colectivamente a un aceite esencial de madera con aroma a limón.
Su importancia cultural es evidente en las numerosas variaciones de su nombre común: linanoé, inamé, inanué, olinalué, ulinalué y ulinoé. El linaloe tiene una distribución relativamente extensa, pero sus necesidades ecológicas son particulares: prospera en suelos derivados de rocas volcánicas con un aspecto que le proporciona cierta protección solar. Aunque alguna vez fue abundante, la explotación excesiva en ciertas regiones ha dado lugar a que queden pocos árboles. Las plantaciones y los esfuerzos de reforestación no han logrado restaurar las poblaciones.
Cinco usos del copal que probablemente no conocías
- Repelente de insectos natural: El humo del copal actúa como repelente natural contra los insectos, particularmente los mosquitos. El potente aroma también funciona como un eficaz insecticida natural.
- Limpieza de energías del hogar: El conocimiento herbario tradicional sugiere que el copal es ideal para purificar su espacio vital, así como su energía interior.
- Impulsos calmantes: Copal complementa los ejercicios de relajación, ayudándote a conectar con tus pensamientos y evitando que las emociones te dominen.
- Mejora de la concentración: Si tiene problemas de concentración, incorporar copal en las rutinas de meditación, junto con la respiración diafragmática, puede mejorar la concentración.
- Eliminando malentendidos de su mente: Cuando tus pensamientos se convierten en una fuente de confusión, el copal puede ser tu aliado. Al concentrarte en su aroma, puedes liberar ideas negativas que nublan tu juicio.
Susurros perfumados de un legado atemporal
Al concluir nuestro viaje aromático a través de las profundidades de la historia y el significado del copal, nos encontramos inmersos en los fragantes susurros del pasado que continúan resonando en el presente. Desde las alturas de Guerrero hasta los exuberantes paisajes de Oaxaca y Michoacán, el árbol de copal se ha erigido como un puente que conecta generaciones, culturas y rituales. Su resina, símbolo tanto de las ofrendas divinas como de la purificación terrenal, no sólo ha perfumado el aire de los templos y ceremonias, sino que también se ha entretejido en el tejido mismo de la identidad mexicana.
A través de los siglos, el copal ha sido testigo del ascenso y caída de imperios, el nacimiento de tradiciones y la evolución de creencias. Desde su papel como protector de los dioses en la antigüedad hasta sus usos contemporáneos como repelente de insectos natural y ayuda para la relajación, el viaje del copal es un testimonio de su atractivo perdurable. Los rituales que ha acompañado y los fragantes rastros que ha dejado pintan una imagen vívida del mosaico cultural que es México.
Al inhalar la esencia aromática del copal, recordamos que el pasado no es un eco distante sino una presencia viva que se entrelaza con nuestro presente. El aroma del copal lleva consigo las historias de quienes lo quemaron como ofrenda a las deidades, quienes buscaron su abrazo purificador y quienes continúan honrando su legado hoy. En cada bocanada de su fragancia, encontramos los hilos que unen a generaciones de buscadores, sanadores y creyentes.
Este viaje ha iluminado la resiliencia de la tradición, la sabiduría del conocimiento indígena y la conexión eterna entre los humanos y el mundo natural. Con cada voluta de humo de copal que se eleva hacia los cielos, rendimos homenaje a las raíces de nuestra herencia, invitando a lo antiguo y lo moderno a convivir armoniosamente. El aroma persiste, un fragante recordatorio de que el espíritu del copal sigue vivo, llevado por el viento, susurrando historias de reverencia y devoción.